martes, 18 de septiembre de 2012

"L´ermita de Valldemossa i les Ermites Velles"











Descripción del itinerario

Comenzamos nuestra excursión desde Can Costa, un restaurante situado a poco más de 2 km del pueblo de Valldemossa, en la carretera de Deià (MA-10). Debemos tomar el camino de la ermita de la Santísima Trinidad, conocida también como la ermita de Valldemossa, que se sitúa delante del restaurante, en la otra parte de la carretera. Este es un camino amplio y asfaltado que sube suavemente. 

La antigua tradición religiosa y eremítica de la costa de Miramar se remonta al siglo XIII, cuando ramón Llull fundó la escuela misional y de las lenguas orientales en 1.276. Ya en el siglo XVII el eremitismo vivió un nuevo impulso con las reformas que llevó a cabo Joan Mir de la Concepció (1624 - 1688). Retirado en el año 1646 a la antigua ermita de Sant Pau y Sant Antoni (Ermites Velles), creó la congregación que lleva el mismo nombre y en el año 1648 fundó la actual ermita de la Santísima Trinidad. La visita queda restringida a los espacios abiertos, como el mirador, el patio con el aljibe, el exterior de las dependencias de la ermita y su pequeño huerto y cementerio.

Continuamos nuestro recorrido en dirección nordeste. Pasamos una reja de alambre que limita la explanada de la ermita y, por el camino que sube más a l derecha, llegamos a una mesa de piedra. A la derecha de esta encontraremos una pequeña puerta negra de hierro que cierra el llamado bufador (cavidad por dónde sale corriente de aire).

Hemos de seguir el camino que pasa por encima de este bufador, hacia la derecha. Es un buen camino de montaña que se adentra hasta el bosque, mezcla de pinos,aulagas y encinas, estas últimas domiarán el terreno. En esta zona encontraremos muchos restos de lo que fueron las actividades tradicionales de montaña, como carboneras y hornos de calcio.

Justo después el camino pasa por un carbonera y detrás ya podemos ver la pared del recinto de las Ermitas Viejas. Avanzamos hacia en interior del recinto dónde encontraremos las ruinas de las construcciones centrales. Si nos desviamos hacia la izquierda podremos ver un segundo recinto, con ruinas de otras edificaciones y un aljibe. Se trata de las ermitas de Sant Pau y Sant Antoni y abarcan una superficie de unos 2.800 metros cuadrados. Estas sirvieron de retiro indivual lejos de la comunidad de la Trinidad.

Salimos del primer recinto de les Ermites Velles, bajando en dirección norte sin dejar el camino. A 10 minutos aproximadamente, a la izquierda, encontramos el mirador de los Ermitaños. Antiguamente era un lugar de contemplación y descanso de los ermitaños, pero hoy en día este mirador ha perdido esta categoríaya que se encuentra practicamente tapado por la vegetación.

Tres minutos más de bajada llegaremos a un cruce de caminos. Antes de seguir por el camino de la izquierda, que nos lleva al mirador dels Tudons, nos desviaremos por el camino de la derecha para dirigirnos  la cueva del beato Ramón Lull. A unos tres minutos del cruce llegamos a una zona de coll de tords (zona estrecha entre dos árboles por donde suelen pasar los tordos al alba, donde los cazadores cuelgan las redes para cazarlos). De este sale una nueva desviación del camino, hacia la izquierda, que nos conduce directamente a la cueva, después de saltar un antiguo coll de tords.

Volvemos por el mismo camino de ida, hacia el coll de tords y hacia el cruce de las Ermites Velles, cuyo camino dejamos a la izquierda para ir directos al mirador dels Tudons. Este es uno de los más bellos miradores que creó el archiduque Luis Salvador. Es una torre cilíndrica , una alta rotonda maciza, cuya zona de acceso es una amplia escalera. Desde aquí disfrutaremos de una espectacular vista panorámica sobre Sa Foradada y las casas de Miramar.
Desde este mirador, seguimos por el camino, que se hace más amplio y baja lijeramente entre el encinar en dirección hacia Ca madì Pilla (hoy un hotel situado en la misma carretera de Valldemossa - Deià). Pocos metros antes del portillo que que deja el camino sobre la carretera, giramos a la izquierda (sur) y subimos hacia las ruinas de la antigua ermita de Sant Joan Baptista, pasando muy cerca de las marjades de Son Galceran.

Quedan pocos minutos más de camino, ligeramente ascendente, para cerrar el circuito y volver hacia el bufador y a la ermita de la Trinidad. Una vez nos encontremos en este punto, debemos seguir el camino por donde hemos venido.

Referencia: "Guia del paisatge cultural de la Serra de Tramuntana", de Gaspar Valero
Traducción: Virginia Leal. Fotografía: Virginia Leal

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miércoles, 12 de septiembre de 2012

"Leyendas de Mallorca: el sueldo del Archiduque"

"Había salido a pasear como tenia por costumbre. Siempre que venia a Mallorca disfrutaba de hacer largas caminatas por las posesiones que se asomaban en el impetuoso mar de tramuntana. Las compró una a una, como aquel que escoge las perlas más perfectas para el collar más exquisito. Había viajado mucho, conocía el corazón de Europa, las verdes tierras del Atlántico y los rincones más escondidos del Mediterráneo, pero aquella lonja de tierra que se extendía entre Valldemossa y Deià le había robado el corazón.



Nunca se cansaba de contemplar la silueta de los peñascos recortados sobre el cielo, ni los cambios de color del agua, o los juegos del sol en la puesta, o los retorcidos troncos de las oliveras. Aquel día de verano hacía calor y él ya estaba deseando llegar a S´Estaca, beber un trago de agua cristalina y sentarse a la fresca de la casona para seguir escribiendo su obra. Era una obra extensa y ambiciosa, Las Baleares, descritas por la palabra y el grabado, invertía tiempo y dinero, pero sobretodo le ponía mucha ilusión y delito.



Cuando ya iba a volver para bajar hacia las casas lo vió. Era un carretero que traginaba leña - puede ser para llevársela al horno de Valldemossa, donde hacían unas deliciosas cocas de patata -, pero el mulo se había resbalado y el carro se había caído. Ahora toda la carga, gruesos troncos y ramas de leña fina se encontraban esparcidas por el camino.

El carretero blasfemaba - ya había meldecido a todos los santos y santas que hay en el calendario -, sudaba y renegaba bien apurado. Probaba de levantar el mulo, de poner derecho el carro, de recojer la leña. Pero, aunque era un hombre bien fornido, no podía de ninguna de las maneras. La bestía - con el transtorno - se había renegado, el carro era demasiado pesado para un solo hombre y algunos troncos habían caído cuesta abajo. Él - gorro de palmera pasado hasta las cejas y pantalones remendados, y espardeñas de cáñamo con agujeros en los dedos de los pies, se acercó:

- Hermano, ¿necesita ayuda?
- ¡Ya lo ves! ¡Vaya trino! - le respondió, tomándolo por un porquero o un pastor.

Entre los dos pudieron levantar la béstia y enderezar el carro. Recogieron los troncos y los colocaron de nuevo. El carretero, ya más tranquilo, se secaba el sudor de la frente con un pañuelo. Él sonreía. Entonces, el trajinero metió su mano en el bolsillo de los pantalones, sacó una pieza de cuatro céntimos y se la puso en la mano.

- Tome este dinero, para ir a beber. ¡Y bien agradecido por el servicio que me ha hecho! - le dijo.

El Archiduque lo cogió sin dejar de sonreir. Cada uno siguió su camino.

Cuando llegó a S´Estaca el Archiduque llamó a su secretario y le pidió unas vasijas pequeñas. Dentro de las vasijas metió la pieza de cuatro céntimos y encima escribió estas palabras:

*Estos son los primeros dineros que gané trabajando*

Todavía hoy, si vais a Son Marroig, los podreis ver. El Archiduque, heredero de las fabulosas riquezas del imperio austrohúngaro, ganó honradamente una pieza de cuatro céntimos ayudando a un carretero una calurosa mañana de verano.



Dicen los que le conocieron que fue el dinero que más valoró en toda su vida. El dinero ganado con el sudor de su frente, una calurosa mañana de verano".



Referencia: "Llegendes de Mallorca"
Autora: Caterina Valriu
Traducción: Virginia Leal.

Fotografías: Virginia Leal