martes, 30 de abril de 2013

La Font del Sepulcre



La Font del Sepulcre es un antiguo aljibe integrado en la red hidráulica islámica, por la cual bajaba el agua de la parte alta del Puig de Sitjar hasta la parte baja. El nombre proviene de una capilla que estuvo situada en la esquina de la calle Concepció con la calle Cavalleria.

Se construyó en el mismo emplazamiento de una antigua mezquita y pertenecía a la Orden del Santo Sepulcro. Según la tradición aquí se enterraron los caballeros Guillem y Ramon de Montcada (prohombres de la conquista muertos en la batalla de Portopí), antes de que los cuerpos fueran trasladados a Santes Creus.

El templete que cubre el aljibe, sostenido por columnas cuadradas y arcos apuntados, es probablemente de los siglos XVI-XVII.


Bibliografía: “Guia de la Palma Gótica”, Institut d´Estudis Balearics.
Fotografías: Virginia Leal.

domingo, 21 de abril de 2013

El Palacio de la Almudaina



El Castillo Real de la Almudaina, dada su privilegiada situación geográfica y estratégica, es el origen de la ciudad. Probablemente fue el primer emplazamiento fundado por los romanos el año 123 a. C. con Quinto Cecilio Metelo, ya que domina desde arriba un pequeño acantilado la desembocadura del torrente y el puerto natural. Más tarde se convirtió en la residencia de los gobernantes musulmanes, hasta que en 1229 Jaume I conquistó la isla. Entonces se llamó “Castillo Real” y corte del Reino de Mallorca hasta que, una vez absorbido por la Corona de Aragón, seguirá siendo el símbolo del poder político residiendo los virreyes.

En el año 903 Isam al Jawlani conquista la isla por orden del Emir de Denia Abd Allah. Esta dominación árabe duraría hasta el 31 de Diciembre de 1229. En este periodo, Palma es reconstruida y uno de sus barrios toma el nombre de “Al-Mudayna” por el núcleo fortificado que lo originaba. En este lugar se levantó un Alcázar, donde residían los Walíes o gobernadores musulmanes. Nacía así el Palacio de la Almudaina.

En esta época el castillo tenía un doble recinto: el exterior defensivo y un núcleo interior fortificado residencial, que era rectangular con cuatro torres en las esquinas y otra en la mitad del lado norte, sobre la cual se levantaría luego, ensanchando la superficie primitiva, la Torre del Ángel. Los Emires de este periodo construyeron una Almudaina grande y rica en arte, de la que han sobrevivido las murallas, parte de las torres, el embarcadero y la Puerta del mar, así como restos de cerámica.

El último día del año 1.229, Mallorca es conquistada por Jaime I quien incorpora la isla al reino cristiano de Aragón; sin embargo, sus escasas temporadas de residencia en la isla no propiciaron obras de importancia hasta que accedió al trono su hijo Jaume II. Fue precisamente Jaume II (1276 – 1311), primer rey privativo de la Mallorca cristiana, el encargado de transformar el castillo musulmán en Palacio que sirviera a la vez como residencia regia y como sede del aparato burocrático del nuevo estado. Las obras se realizaron entre 1305 y 1314. El arquitecto fue el rosellonés Ponç Descoll.

Sucedió a Sanxo I, hijo de Jaume II, su joven sobrino Jaume III, a quien corresponde la época más brillante del reino independiente y del castillo. La Almudaina fue pues, entre 1229 y 1343, la sede de una pequeña corte medieval. En el año 1343, Jaume III fue desposeído de Corona por su cuñado Pedro IV, incorporándose de nuevo la isla a Aragón.

Vista desde el exterior La Almudaina nos ofrece una fachada muy severa, con torres y galerías de arcos ojivales. Nos tenemos que fijar en la veleta en forma de ángel, el famoso “Ángel de la Almudaina” que fue fundido en bronce en el siglo XIII. Originariamente estaba encima de la torre del Ángel que era muy alta y estrecha y competía en altura con la Catedral. Pero en el siglo XIX un terremoto la dejó peligrosamente maltrecha y se desmontó hasta su base que es dónde hoy se alza la veleta. En el interior se abre el patio de honor, donde se conserva una de las pocas figuras de época musulmana que ha sobrevivido: un león que sirve de surtidor.











La visita permite conocer varias dependencias muy interesantes. La primera es la sala Mayor o Tinell (2), una gran estancia con arcos góticos, compartimentada más tarde en dos alzadas, y que sirvió de sede de la Audiencia Territorial. Sus paralelos serían el célebre salón del Tinell de Barcelona o la sala de Mallorca del castillo de Perpinyà. Este gran salón se construye principalmente para grandes ceremonias, como era la reunión de Las Cortes o la Recepción de Embajadores, así como banquetes y festejos muy destacados. Para su construcción se utilizó la muralla almorávide de la fachada sur y se edificó otro muro en el interior del recinto amurallado que da al Patio de Honor. Cuenta con tres chimeneas de considerable tamaño que caldeaban el Salón. Desde 1.578 se encuentra dividido en dos alturas y cada una de ellas en varias dependencias.

A continuación pasaremos al Palacio del Señor Rey (1). Este se concibió sobre el antiguo Alcázar almorávide, como residencia de sus príncipes. Jaume II mandó revestir con piedra algunos de sus muros de tapial y adosar a los mismos galerías y alcobas que lo aligeraran. Se distribuye en tres pisos con cuatro cámaras cada uno que se corresponde simétricamente. Desde la gran terraza podemos imaginar cómo sería la época en que el castillo limitaba directamente con el mar que bañaba sus pies. La impresión desde ella debía ser espectacular.

También son curiosos los restos  de unos pequeños baños árabes (6) que tienen su origen seguramente en las termas del primitivo “Castro” romano. Sin grandes variaciones, debieron ser utilizados por el Emires árabes y posteriormente por los Reyes de Mallorca. Se encuentran entre los dos Palacios y eran para el uso de ambos.

El Palacio de la Reina (3) comprendía un conjunto de alojamientos destinados a ser residencia de la Reina de Mallorca, los Infantes y las Damas de Compañía. Para su construcción se siguió el mismo proceso que en la Sala Mayor: se levantó una muralla interior y se aprovechó la de Poniente. Su distribución repite las cámaras privadas del Palacio del Rey.

Otro elemento de gran belleza es la Capilla de Santa Anna (4) a la cual se accede atravesando el patio. Fue construida  para uso del rey y su portal es uno de los pocos ejemplos de arte románico en la isla. Para su construcción se utilizó mármol rosado y blanco procedente de los Pirineos y presenta ocho arquivoltas de medio punto. Los capiteles muestran una gran cenefa de temas vegetales con animales mitológicos. En el tímpano vemos tres figuras: la Virgen con el niño, Sant Joaquim y Santa Anna. Su construcción supuso la división y transformación del gran patio del Alcázar en dos espacios, los actuales “Patio de Armas o de Honor” y “Patio del Brollador o de la Reina”. Fue inaugurada por el Rey Jaume II en 1.310. El interior es de una sola nave rectangular y se considera una valiosa muestra de la arquitectura gótica del siglo XIV. Destacan los ángeles tallados en las ménsulas o las bases de las nervaduras por el escultor Antoni Campredon, autor también del ángel-veleta.

La Capilla de Sant Jaume (6) fue fundada también por Jaume II en 1.310 y estaba destinada a la Reina. Se estructura en dos plantas: la Superior o Capilla de La Reina que ha desaparecido prácticamente, y la inferior o Cripta que aún se conserva.

Completaban el conjunto los Huertos del Rey y de laReina. 

La Almudaina sirve de sede oficial a la comandancia Militar de Baleares y durante la estancia de la familia real en Mallorca se utiliza como lugar de recepciones. Como todo castillo guarda sus secretos: las mazmorras, la torre del alquimista, el lugar donde se exhibían las cabezas de los ajusticiados, la bodega real, etc. La Almudaina pertenece al Patrimonio Nacional y solamente puede visitarse una parte.

Bibliografía: “Guia de la Palma Gòtica”, Institut d´Estudis Baleàrics. (Pàg.28, 29. 30 y 31). – “Paneles informativos del Palacio de La Almudaina”.
Fotografías: Virginia Leal.

martes, 16 de abril de 2013

Excursión: "Barranc de Biniaraix. De Sóller al Puig de l´Ofre"



El Barranc de Biniaraix es la fusión de la naturaleza con la mano sabia y artesana del hombre para crear un paraíso acogedor y ciclópeo a la vez. Desde la alta llanura del valle de l´Ofre baja el barranco hasta el valle de Sóller, escondiéndose de salto en salto, entre ses Solanes por una parte, y la Serra d´Alfàbia por otra, rozando los pies de los altivos Cornadors.

Este magnífico lugar estaba antiguamente lleno de vida y actividad agraria. La antigua alquería del Barranc, parcelada en pequeñas propiedades, era labrada por sus propietarios con cuidado y dedicación. El valle de Sóller, cien años atrás, tenía escasas vías de comunicación con el resto de la isla: el Camí de Castelló que enlazaba con Deià y Valldemossa, el Camí de Ciutat que le daba acceso a las tierras del Pla y el Camí de l´Ofre que le abría el paso hacia la Serra; para el transporte, la vía más común era por mar, del Port de Sóller al Port de Andratx o al Moll de Ciutat. Los otros caminos le permitían llegar justo a los límites de los vecinos municipios de Bunyola y Escorca. El Camí de l´Ofre, además de vía de comunicación era, y todavía es, ruta de peregrinos al Santuari de la Mare de Déu de Lluc.

Actualmente, el Barranc de Biniaraix y el Camí de l´Ofre son un lugar privilegiado para los excursionistas, especialmente en primavera. En este mágico paraje encontramos la más diversa variedad de elementos, ya sean naturales como fruto de la mano del hombre: garrig baja y de montaña, olivos y encinas, torrentes con saltos y pozos de ensueño, caudalosas fuentes naturales, acantilados, obra de pedra en sec, restos arqueológicos y construcciones autóctonas, etc.

Ruta: “El Barranc de Biniaraix. De Sóller al Puig de l´Ofre”


Comenzamos la excursión en Sóller. Desde la carretera del Port, delante del camino del Rost, nos dirigimos a la plaza de Sóller y avanzamos por el carrer de la Lluna. Llegamos a ca la Creu y pasamos por l´Alqueria del Comte, siempre al lado del torrente. Poco después llegaremos al precioso pueblecito de Biniaraix. Una vez allí, unas escaleras empedradas a la izquierda de la carretera nos permitirán introducirnos en un maravilloso conjunto arquitectónico, presidido por la omnipresencia de la piedra. El empedrado de las escaleras continua por el carrer de Sant Guillem y, pasada la Plaça de la Concepció, aparece de nuevo el asfalto hasta llegar a los lavaderos de la villa, delante de las nobles casas de Cas Don, con fachada ornamentada con el gran escudo barroco de la familia Bauçà. Continuamos el camino al lado de estas casas dejando a mano izquierda el Camí Vell de Monnàber y transitamos ahora por un camino de carro. Poco después uan nueva desviación a la izquierda nos ofrece la posibilidad de acceder a los olivares de cas Don, pero nosotros continuamos recto entre marges y empedrados.

Hemos llegado al Torrent des Barranc. El camino atraviesa el torrente y se enfila por dos curvas muy elaboradas hasta llegar a un primer punto de abastecimiento de agua. La ascensión se suaviza y si nos fijamos podremos observar a la derecha, los rastros del Camí Vell. Por entre marjades de olivos llegamos de nuevo al torrente y lo cruzamos, bien por el mismo cauce del torrente o por el puente de cemento.

Inmediatamente después llegamos a uno de los rincones más excepcionales del Barranc, ses Voltetes. Se trata de una zona donde el camino supera un importante desnivel con una serie de vueltas muy bien conseguidas y totalmente integradas en el paisaje. Finalizada esta subida volvemos a encontrar un grifo que nos proporciona agua de la Font des Verger.

Llegamos a s´Estret y de nuevo la arquitectura popular se levanta como protagonista principal. Destacan aquí el empedrado del camino, la canaleta de la Font des Verger, un interesante puente de piedra por donde volvemos a cruzar el torrente y, en el cauce del torrente, los restos del antiguo trazado del camino, también empedrado.

El camino sigue su sinuoso trayecto y el próximo hito destacable es un nuevo puente en esta ocasión de madera, que se encuentra poco antes de las casas de Can Silles. Antes de llegar al puente, nos encontramos con un camino que, partiendo de nuestra izquierda, conduce a los olivos de la vertiente sur del Morro de ses Solanes. Es el camino de Can Fusta.

En las mismas casas de Can Silles encontramos otro camino relevante, el Camí des Verger, que se enfila también por nuestra izquierda, en dirección a la Font des Verger. Nosotros seguimos por el camino, que  suaviza momentáneamente los desniveles y posteriormente gira de repente a la izquierda, dejando a mano derecha el Camí Vell y el Camí de s´Aladern.

La subida continua con numerosas curvas y progresivamente vamos dejando atrás parejes como sa Campana, les Coves d´en Mena (grandes grutas de color rojizo, visibles incluso desde Sóller) y el Salt des Cans, donde la tradición asegura que se lanzaban hacia el precipicio del torrente los perros enfermos o muy viejos. Ya casi hemos acabado casi toda la ascensión y nos encontramos ahora con la Barrera de l´Ofre, que nos informa de la presencia de ganado bovino en la zona. El próximo punto es el lugar conocido como el Pi des Llamp, desaparecido hace ya mucho tiempo, desde donde se comienza a divisar la vall de l´Ofre. Antes de entrar en el valle, nos fijaremos en el antiguo trazado del camino, que evitaba las casas de l´Ofre, y se enfila por nuestra izquierda, en dirección al Coll de l´Ofre. Dejamos de lado las casas de l´Ofre a nuestra derecha y continuamos por el citado camino.

Continuamos por el amplio camino, hastq ue, hacia la derecha y con las indicaciones del GR, cogemos el Camí Vell; la pista moderna queda en este primer tramo de subida a la izquierda. Después, el Camí Vell atraviesa la pista, que ahora queda a la derecha. Enlazamos con esta amplio camino justo antes de llegar al Coll de l´Ofre, en el margen de la bifurcación del camino hacia la cima del Puig, que parte por la derecha. Hemos llegado por fín al Coll de l´Ofre, donde podemos observar una cruz de hierro, mientras que a nuestra derecha se alza la formidable silueta cónica del Puig de l´Ofre. La vista sobre la depresión de las casas de l´Ofre y la espléndida panorámica del Puig Major y el embalse de Cúber hacen de esta excursión una de las más bellas de la isla de Mallorca.

Finalmente, volveremos por el camino por dónde hemos ascendido, de vuelta a la vall de Sóller.

Bibliografía: “Barranc de Biniaraix. Guia d´interpretació del medi”, Consell Insular de Mallorca.
Bibliografía: “Guia del paisatge cultural de la Serra de Tramuntana”, Gaspar valero i Martí.
Fotografías: Virginia Leal.


sábado, 13 de abril de 2013

Leyenda: "La torre del Comte Mal (Can Formiguera)"



Ramon Burgues de Safortesa i Fuster (1627 – 1694), segundo conde de Santa Maria de Formiguera, fue conocido también bajo el nombre de Comte Mal. En una época de luchas entre Canamuts i Canavalls, el conde fue uno de los más claros representantes de la reacción señorial del siglo XVII. La casa de Formiguera quería el dominio directo y el cobro de diezmos (impuestos) de las comunas de Santa Margalida y, además, pretendía tener jurisdicción feudal, civil y criminal sobre los habitantes de sus caballerías, vecinos la mayor parte de la vila de Santa Margalida. Esta segunda pretensión entraba en conflicto con las franquezas de Jaume I, por lo que los habitantes de los extendidos dominios del conde defendieron encarnizadamente su estado libre, sin ninguna otra sujeción más que a la del poder real. Las peleas, los muertos y los heridos, los abusos a la autoridad y el miedo que reinó durante todos aquellos años seguramente generaron el apelativo de Mal  que acompañó al nombre del conde.

Pero, a menudo la figura histórica de de Ramon Burgues i Safortesa ha estado entremezclada con la leyenda del Comte Arnau catalán. Así, fantasías, tradiciones y recreaciones literarias se mezclan con la realidad histórica y, todas juntas, configuran uno de los personajes legendarios más completos de la historia de Mallorca, con gran cantidad de episodios que todavía circulan por la isla, especialmente por Santa Margalida y por las  montañas de Galtazó.

Respecto a las fábulas localizadas en la solariega casa del Comte Mal, Can Formiguera, cuentan que el conde estaba enamorado de Margalida, monja de Santa Clara, y que el diablo lo ayudó a construir una torre en la misma casa, situado al lado del convento de clarisas, para poder vigilar los movimientos de la enamorada. Esta torre se estaba haciendo tan alta que los jurados, escandalizados, pararon las obras y obligaron a rebajarla. El diccionario Alcover-Moll se hace eco de la fábula, con alocados demonios como protagonistas: “En la ciudad de Mallorca es tradición que los alocados demonios construyeron en una noche la torre de Can Formiguera. En el mismo sentido, la tradición también comenta la existencia de una galería subterránea que comunicaba el convento con la casa, así recogen los versos del romance:

Feis-ne tancar aquella mina, muller lleial,
que dóna al convent de monges, al convent sant”.

Los versos de Guillem Colom nos hablan de la torre y de su diabólico ambiente:

I entretant, no molt enfora,
a cent passes a la vora,
el diable ordia alhora sa teranyina infernal.
Veïna de la clausura
i omplint els voltants d´horrura,
s´alçava, esquerpa i obscura,
sotjant totora el vell claustre, la torre del Comte Mal.

Bibliografía: “Palma, ciutat de llegenda. Itineraris pels mites, les llegendes, les curiositats i els detalls de la ciutat de Mallorca”, de Gaspar Valero i Martí.
Fotografías: Virginia Leal.