sábado, 6 de abril de 2013

El Casal Solleric



Referencias históricas

A lo largo de todo el siglo XVIII y más concretamente durante el reinado de Carlos III, Mallorca vivió un periodo de gran florecimiento mercantil que dio pie a la aparición de una nobleza comerciante. La conquista de Nápoles por parte de Felipe V determinó que las Baleares potenciaran su papel estratégico dentro del Mediterráneo. Las islas fueron el puente entre los dominios italianos del monarca y los de la Península Ibérica. Por otro lado, la situación de guerra entre las distintas potencias europeas que pugnaban por conseguir el dominio de las principales rutas comerciales y la presencia de piratas bereberes convirtieron el Mediterráneo en un mar muy inseguro. La necesidad de controlar y asegurar estas rutas comerciales aumentó la actividad corsaria balear que ya existía desde la Edad Media y que tuvo otro periodo de apogeo durante los siglos XVII y XVIII.
























En Baleares el corsarismo está documentado desde el reinado de Pedro IV el Ceremonioso. Fue precisamente este rey quien estableció, en 1354, las normas que debían regular el corso. Las patentes del corso, es decir el permiso para llevar a cabo esta lucrativa actividad, eran otorgadas por el gobernador de la Isla, en representación del Rey, a patrones o comerciantes que así lo solicitaban. Las peticiones para ejercer el corso eran debidas generalmente a la necesidad de auto-protección que tenían los navegantes baleares frente a la acción de los piratas que surcaban el Mediterráneo y que constituían un verdadero quebradero de cabeza para la Corona. El corsario se comprometía a no atacar más que a los enemigos del rey. De los beneficios obtenidos mediante la acción corsaria la Corona recibía un porcentaje que se situaba aproximadamente en el 10%. Lo bienes materiales o humanos – esclavos –eran vendidos en pública subasta en Mallorca. En caso de infringirse las reglas del juego, se multaba o penaba al infractor en función de la gravedad del delito. Muchos comerciantes mallorquines recurrieron al corsarismo tanto para dar seguridad a sus negocios como para añadir a sus arcas los cuantiosos ingresos que esta lucrativa actividad les podía reportar.

Durante los siglos XVII y XVIII, los corsarios de las Baleares servían también como mercenarios en las guerras que tuvieron como escenario el Mediterráneo. En este contexto se sitúa la figura de Miguel Buenaventura Vallès Orlandis, marqués de Solleric, grande de España, hombre de confianza de Carlos III, productor y exportador de aceite y corsario, que encargó al prestigioso picapedrer mallorquín Gaspar Palmer la construcción de su nueva residencia palmesana en un solar donde antes había habido unas casas que acababa de heredar. De las casas que allí existían con anterioridad y que pertenecieron a Antonio Cifre, sólo nos queda un testigo: el nombre del callejón que une la calle de Santa Gaietà con el Born (calle d´en Cifre) y que era conocido con anterioridad también como carreró brut.

Construcción de la casa

Estando al día de los gustos y modas de la corte de Madrid y Nápoles, quiso el futuro marqués conjugar los gustos de la nobleza mallorquina con las ideas arquitectónicas más avanzadas importadas de Francia e Italia. Su intención era construir un edificio que, pese a su monumentalidad, diera sensación de ligereza y que contrastara con la sobriedad y aspecto sombrío que la mayoría de las casas nobles mallorquinas ofrecían al viandante. Quería crear algo realmente nuevo. Quizás, inconscientemente, Miguel Vallès Orlandis quería inmortalizarse a sí mismo en piedra construyendo un edificio que fuera un reflejo de su gran personalidad. Por este motivo hizo traer los planos del extranjero e hizo venir al famoso decorador italiano Soldati. La misión de este último sería trabajar codo a codo con mestre Palmer y garantizar la adecuación de la nueva construcción a sus propios ideales de fundir en un mismo proyecto los gustos de la arquitectura local con otros venidos del gran mundo.

El término picapedrer tenía en el siglo XVIII un significado diferente al actual. El picapedrer era en aquella época algo más que un mero ejecutor de obras que se limita a seguir las directrices planificadas por otros más cualificados. En el caso de Gaspar Palmer, su función estaba a caballo entre el diseño arquitectónico y la realización física de las obras. También debía ocuparse de la selección y transporte de los materiales. La construcción de la casa del marqués de Solleric empezó en el año 1763 con el derribo de Can Cifre y el desescombro de los solares. De este trabajo se ocuparon mestre Palmer y su cuadrilla.

Se sabe que los materiales utilizados en la edificación de la casa fueron seleccionados de entre los mejores de la Isla. Para levantar muros y paredes se trajo piedra de Santanyí.

Las columnas y las molduras de algunas de las ventanas fueron hechas con mármol rosado de Solleric (Alaró, Mallorca) pero este no fue suficiente por lo que se tuvo que recurrir a otro mármol similar traído desde Sencelles. Este último fue usado para la talla de los arcos de las logias que dan al patio y al Born. El trabajo de talla y  montaje de las columnas del patio y de las logias debió empezar a principios del año 1767, así como la labor de carpintería. Años más tarde se instalaron los marcos con vidrios emplomados en las ventanas, el estucado de las paredes y la colocación de los hierros holandeses que adornan las galerías y los balcones. El acabado definitivo tuvo lugar en el año 1774 y estuvo en manos de yeseros, pintores y decoradores. Pero, no fue hasta el año 1775 cuando se inaugurara y doce años más tarde que fuera habitada.

No se sabe con certeza quien realizó las pinturas que adornaban la fachada y el techo de la logia del pero se las atribuye al propio Soldati. La logia que abre la fachada principal de la casa al paseo del Born constituyó en su momento en elemento nuevo y revolucionario dentro de la arquitectura mallorquina. Esa enorme apertura de luz hacia el exterior conseguida mediante la construcción de una gran galería, soportada y a la vez adornada por elegantes columnas de capitel jónico, contrasta con la rigidez y uniformalidad de las fachadas de muchas casas mallorquinas de la época. Como resultado tenemos un proyecto con elementos mallorquines, italianos y franceses, aunque con predominio del estilo Luis XV, muy de moda en aquel tiempo.

La casa del marqués del Solleric, presenta cuatro niveles:

Planta baja: formada por el  patio y las cocheras. El patio es de planta rectangular con columnas de capitel jónico.  Una doble escalera da acceso a la planta noble. Es curioso observar el desgaste que muestran los peldaños del tramo izquierdo, según se ve desde la entrada de Sant Gaietà. Ello es debido a que era por este lado por donde normalmente accedía la familia a la planta principal de la casa. A las cocheras se accedía por la entrada del Born. Sobre su estructura inicial poco se sabe ya que es una de las zonas de la casa que más transformaciones ha sufrido. En 1993 gracias a la segunda reforma de la casa aparecieron en un nivel inferior a las cocheras unos antiguos depósitos para aceite. Siendo el marqués de Solleric comerciante en aceite, no nos cabe duda de que estos depósitos formaban parte de la concepción inicial de la casa.

El entresuelo: se accede desde el patio a través de dos pequeñas entradas situadas a ambos lados del pie de las escaleras principales. Consta de una gran cantidad de habitaciones. Una parte del entresuelo fue utilizada como habitación de los jóvenes solteros de la familia y, eventualmente, como cuartos de invitados. Más recientemente, las habitaciones que dan al paseo del Born fueron utilizadas como despacho de abogados.

La planta noble: es la única que conserva la estructura original diseñada por mestre Gaspar Palmer y Antonio Soldati. Se accede desde el rellano superior de la escalera, a través de dos grandes puertas de madera. Está  constituida por un total de 29 habitaciones y la hermosa galería del Born, a la cual se accedía desde el salón principal.  Cuando se trataba de dar una gran fiesta, recepción o concierto donde participase un número elevado de invitados, el salón era el gran protagonista.

Los porches: a estos se subía a través a de la sala dels miralls de la planta noble. Se encontraban las dependencias del servicio, los lavaderos, la habitación de planchar, la terraza donde se tendía la ropa y toda una serie de cuartos llenos de utensilios en desuso.

Ya en 1975 el Ajuntament de Palma lo adquirió con la denominación de Palau Solleric y, a partir de 1991, se pasó a llamar Casal Solleric, que se destinó a centro deexposiciones.

Bibliografía: “El Casal Solleric”, el Ajuntament de Palma.
Fotografías: Virginia Leal.